Reuniones perdidas, taxis que nunca llegan y la paradoja de Ushuaia.

Reuniones perdidas, taxis que nunca llegan y la paradoja de Ushuaia

En Ushuaia, pedir un taxi se volvió un ejercicio de paciencia. El chat de WhatsApp lo refleja con crudeza: promesas de “en cinco minutos llega el móvil” que se convierten en media hora de espera… si es que llega. El resultado es siempre el mismo: reuniones perdidas, citas a las que se arriba tarde y un servicio que nunca aparece.

La postal es aún más provocadora: el pasajero debía llegar a San Martín y Onas, frente al supermercado La Anónima, donde varios taxis estaban estacionados. Vacíos, inmóviles, mientras los pedidos quedaban en el aire.

 

Después, los mismos que incumplen levantan la bandera de la ilegalidad contra Uber. Pero la diferencia es insoslayable: la aplicación cumple, llega en tiempo, concreta el viaje y brinda lo que el usuario más necesita: certeza.

 

Las reglas ya cambiaron. Los remises lo entendieron hace años y se adaptaron. Los taxis, en cambio, permanecen anclados en la desidia, condenándose a su propia extinción. Porque al final, Uber será ilegal, pero ofrece lo que la gente busca: mejor precio, rapidez y un respeto básico por el tiempo de los fueguinos.



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