El fundador de Chinoa, la chocolatería artesanal de origen que nació en Río Grande y hoy proyecta su marca al mundo, llamó a ampliar la matriz productiva fueguina. “No podemos depender siempre de las industrias tradicionales; hay que pensar en emprendimientos que vendan sus productos afuera; el FAMP es de todos los fueguinos”, aseguró Carlos Gitlin en la Jornada “Industria y Soberanía: Defendiendo lo nuestro”, organizada por la Facultad Regional Tierra del Fuego de la Universidad Tecnológica Nacional y la Municipalidad de Río Grande. Tras su exposición, fue abordado por los estudiantes ávidos de conocer más sobre su mensaje.
Río Grande.- En una jornada donde se habló de fábricas, inversión y soberanía, irrumpió con fuerza la voz de un emprendedor que eligió el cacao como bandera. El ingeniero industrial Carlos Gitlin, fundador de la marca de chocolates Chinoa, ofreció una exposición inspiradora en el marco de la Jornada “Industria y Soberanía: Defendiendo lo nuestro”, organizada por la Facultad Regional Tierra del Fuego de la Universidad Tecnológica Nacional y la Municipalidad de Río Grande.
Gitlin, que inició su emprendimiento en enero de 2020 (en plena pandemia del COVID-19), llevó al auditorio mucho más que un relato empresarial: planteó una visión estratégica sobre el futuro de Tierra del Fuego y el desafío de diversificar una matriz productiva que, tras más de cuatro décadas de la Ley 19.640, muestra signos de agotamiento y la necesidad de reinventarse.
Chocolate de origen, identidad y arraigo
“Chinoa es una de las cuatro empresas argentinas que produce chocolate bajo la modalidad Bean to Bar: del grano de cacao a la barra. Esto significa que el producto conserva su propia manteca de cacao y un perfil de sabor único, como un vino que refleja la cepa y el terruño de donde proviene”, explicó Gitlin.
La propuesta de valor de Chinoa va más allá del sabor: cada envase está inspirado en paisajes fueguinos y contiene un código QR que transporta al consumidor, mediante un video, a los rincones naturales del fin del mundo. “Queremos que cada barra de chocolate no sea solo un alimento, sino una experiencia que conecte a las personas con Tierra del Fuego”, subrayó.
El resultado es un producto artesanal y gourmet, pero con identidad local y proyección global, que ya circula en distintos mercados del país y en el extranjero, llevando el nombre de Río Grande más allá de sus fronteras.
El tercer punto de inflexión fueguino
Gitlin situó a su emprendimiento dentro de un marco más amplio: el proceso histórico y social de Tierra del Fuego. Recordó que el primer gran cambio se dio con la instalación de las Fuerzas Armadas en los años setenta; el segundo, con la Ley 19.640 que atrajo a miles de familias; y el tercero, el actual, donde surge una generación de emprendedores con arraigo que buscan trascender la lógica de la industria ensambladora.
“Tenemos que dejar atrás la lógica del control que marcó los primeros tiempos, cuando muchos venían a aprovecharse de Tierra del Fuego y se iban. Hoy ya hay comunidad, hay arraigo, hay proyectos que nacen desde acá. Es momento de pasar a una lógica de confianza que nos permita enviar nuestros productos al continente y al mundo”, sostuvo.
Para el ingeniero, la clave está en comprender que la riqueza no debe depender solo del Estado o de las grandes plantas electrónicas: “Río Grande no tiene el turismo de Ushuaia, por eso debemos pensar en emprendimientos que generen recursos genuinos desde afuera. Esa es la única manera de no quedar presos de los vaivenes de la política o de la coyuntura industrial”.
Turismo y producción: dos caminos complementarios
Gitlin fue categórico al señalar que existen solo dos grandes vías de ingreso de recursos a la provincia: el turismo y la producción de bienes exportables.
“En Ushuaia, el turismo es motor económico. En Río Grande, debemos apostar a que nuestros productos viajen: chocolates, alimentos, tecnología, lo que surja de la creatividad y del trabajo local. Tenemos que animarnos a pensar que desde aquí, en el confín del mundo, se puede producir con calidad y competir en el mercado global”, enfatizó.
Un llamado a la confianza y a la acción
Más allá de la historia de Chinoa, el mensaje de Gitlin fue un llamado colectivo: “La ampliación de la matriz productiva no es responsabilidad de unos pocos. Es una construcción social que involucra al Estado, a las empresas, a las universidades y, sobre todo, a los emprendedores que no se resignan a que el destino de Tierra del Fuego dependa solo de lo que decidan otros”.
El emprendedor cerró su exposición con un mensaje de esperanza: “Estamos en una etapa linda de Tierra del Fuego. Tenemos comunidad, tenemos jóvenes con ideas, tenemos empresas que se animan. Ahora necesitamos confianza, reglas claras y visión de futuro para que nuestros productos crucen fronteras. El arraigo se defiende también con trabajo y con creatividad”.

Chinoa, un símbolo de lo que viene
En apenas cinco años, la chocolatería artesanal de Río Grande se convirtió en un símbolo del nuevo espíritu productivo fueguino: innovación con identidad local, apuesta a la calidad y proyección hacia el mundo.
En una jornada donde se habló de fábricas electrónicas, aires acondicionados y pasantías industriales, la voz de Gitlin recordó que el futuro de Tierra del Fuego no solo pasa por las grandes plantas, sino también por los sueños de emprendedores que transforman recursos y talento en proyectos con arraigo y globalidad.
Chinoa tiene su fábrica en calle Pellegrini 138 de Río Grande y además de sus redes sociales, también tiene su página oficial en la web: https://home.chinoachocolate.com